EL 13 DE SEPTIEMBRE EN ATOCHA, MADRID!! ACUDID TODOS LOS QUE PODÁIS. EL QUE NO ES VISIBLE NO EXISTE!!
Os dejo aquí el Manifiesto de este año que aparece en la Página del Foro de Vida Independiente y Divertad. No movería ni un punto ni una coma, la situación es peor día a día...Siento no poder ir, de hecho acudí hace ya unos años y jamás olvidaré lo que allí sentí, pero mi corazón y mi rabia ante lo que está sucediendo está y estará siempre con los que no abandonan la lucha!!
Desde 2007 volvemos a Madrid a rodar y caminar por Atocha, más
desdibujada ya la huella de las ruedas, la suela de los zapatos y los
tacos de los bastones. Nos acompaña el espacio cálido y la sombra
animosa de queridas compañeras y compañeros ausentes, vanguardia de un
ejército invisible, inerme y diezmado en una guerra sorda, de desgaste,
en la que aburren nuestras vidas. A veces, para sujetar la ira viendo
como por el camino se ausentan y suman compañeras y compañeros, casi nos
echamos a cantar como si al lado viniera José "Zeca" Afonso, musitando
Grândola, Vila morena. Pero la realidad es que entramos a la capital por
dónde podemos, observados con distancia recelosa como es costumbre, y
llegamos hasta aquí con la incertidumbre de no saber si somos vistos
como el ejército de desarrapados de Espartaco, de esclavos libertos por
sí mismos, o como una quinta columna que un día entendió que la equidad
social y la dignidad podían ser norma de Estado, pero que ahora es
examinada como la carcoma del sistema.
Constatamos en la mirada del otro el triunfo ignominioso de quienes
se han aplicado, sin reparar en formas en tratarnos, en explicarnos a
los demás como “los dependientes”, las rémoras perniciosas de una
sociedad exhausta que sólo mira al horizonte del crecimiento, con
anteojeras y rectificando mansamente sus pasos con el restallar el
látigo del dinero sobre sus cabezas. Aun son pocos los que entienden que
antaño ya hablábamos como un peligro, que era norma para nosotros, de
ése desprecio a la justicia social y que desde 2008, bajo el tsunami de
la crisis económica se ha extendido para todos. Para casi todos.
Constatan ahora, con lentitud, que insistiendo en esas miradas, en la
malévola y estudiada semántica de la exclusión, todos quedan, quedarán
tarde o temprano, atrapados en una mentira que deshace en migajas un pan
que no sacia.
Venimos a Madrid para bajarnos del escenario de esa ópera bufa de los
generales de siempre que nos dirigen como una tropilla con utillaje de
hojalata y escudos de cartón que amparan y aguantan todo. No es verdad.
El Estado y quienes le corean, mienten. Toda esta tramoya que muestra al
patio de butacas, todo este vestuario, ya era indumentaria falsa
entonces. Ahora, además, solo sirve para identificar al rebelde
normativo, para perseguir a padres como forajidos y a sus hijos como
proscritos en busca y captura por delito de diversidad funcional.
Jóvenes, niños y niñas alambrados en territorios de reserva, los de la
“especialidad educativa”, que ejemplifican la farsa de la maximización
de los recursos, del más con menos y en otra habitación. En realidad es
el adiestramiento del miedo, de la advertencia para los que miran de
reojo, para los que vendrán; ejercicios para normalizar ver a la gente
contra el muro, disuadir de hacer sombra bajo el sol del progreso que
anuncian cada mañana. Contra el muro, seguiremos sin poder pagar en las
farmacias, o tener los suministros que dan calor y mantienen pequeñas
máquinas que nos reportan vida o dignidad mínima. El lugar en el muro no
es nuestro; todos tienen allí un hueco para ver aplastada su dignidad
contra él.
Esta tropa viene maltrecha y no por la diversidad de sus cuerpos y
sus mentes, sino por ver que pasan los años, la vida, y no nos cambian
ni las vendas de viejas heridas ni los pertrechos para el camino. En
esta octava Marcha, por no ser no somos ni parte del cuarto estado
avanzando ni quinta columna entrando en Madrid. Sólo somos ciudadanos de
tercera clase, mujeres y hombres en lucha por su dignidad y
supervivencia, llamados permanentemente a rendir cuentas, pero también a
reclamar nuestras soldadas. A pesar de muchos, estamos orgullosos y
somos conscientes de ser parte y actores de un modelo social del que las
instituciones políticas deberían sentirse gozosas. Nos afirmamos en que
el sentido del Estado, si lo tiene, no es otro que el de acoger a toda
la variación y diversidad humana que encierra y aflora en él, procurando
espacio, dignidad y cuidados. Nos hastía ya la tarea de explicar miles
de veces que un individuo es único y al tiempo la suma de otros; que
compartimos lazos y tejidos invisibles que nos visten de razón y ley y
nos entretejen con todos los que nos han traído hasta aquí a lo largo de
la Historia: no solo somos marionetas de la capacidad, la
competitividad, la productividad y la superación heroica… Ante todo
somos comunidad, diversidad, sustantivos que deben estar en el preámbulo
de cualquier acción de justicia social aceptable en pleno siglo XXI. De
lo contrario, ¿quién demonios necesita un Estado que ahoga y se
desentiende de su sustancia, de sus ciudadanos? Llegar hasta aquí, ha
sido posible merced a un primer gesto de tantos antaño, de otros y otras
hoy mismo. Muchas opciones de vida son posibles cuando ejemplifican
que propiciar la autonomía y procurar cuidados son atributos de especie,
no renta malgastada. Estamos aquí por muchas. Por muchos. Todos
deberíais poder estar aquí en el futuro.
Aun merced a la fuerza de ellas, de ellos, nos sentimos exhaustos
cuando escuchamos que para nosotros hay leyes “inviables” y que nuestra
suerte está ligada a lo que se pueda hacer, a la voluntariedad o al
albur de lo que dejen los bancos y su ganado en los abrevaderos. No
cuadran nuestras cuentas con la incapacidad de sumar de este modelo de
Estado. Por eso, a similitud de algún militar que dijo regalar un reino a
España, hacemos suma y sigue de nuestro saldo para el uso y gasto que
hemos dado a esas leyes inviables, el regalo de reino de igualdad social
que venimos haciendo y representamos.
Sumen por si es poco. Por montañas de pañales usados retirados con
limpieza y dignidad, millones de euros; por salarios de miseria de las
mujeres apartadas sin futuro del mercado laboral, millones de euros; por
profesionales y terapias que mantenían resistencia vital, millones de
euros; por atisbar la independencia y la autonomía física y moral,
millones de euros; por guantes perfumados para mitigar el hedor de
pasar páginas donde campea la corrupción asistida por el estado,
millones de euros; y, finalmente, por la paciencia de no cruzar la cara a
todos cuantos se han comido este país a dentelladas con el babero de la
ley, el impagable valor en diamantes de demasiadas vidas menoscabadas
en dignidad y respeto. El mismo que han perdido a este Estado y sus
gobiernos.
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